lunes, 26 de octubre de 2009

16 de julio





La ciudad de El Alto es famosa por ser una de las más combativas del país. Protagonista de la "Guerra del gas" que en 2003 dio inicio al cambio político que hoy vive Bolivia, es una ciudad autoconstruida que acoge desde hace años a la población inmigrante en una explanada siempre creciente que se asoma y se desborda sobre La Paz . Empezó siendo un suburbio de La Paz. Hoy es la tercera ciudad en población, y cada jueves y domingo acoge la Feria 16 de julio, uno de los mercados más importantes de América.
"Desde un alfiler hasta un tractor", reza el eslogan popular: aquí se encuentra de todo.
No puedo hablar de su tamaño pues sólo recorrí una ínfima parte, y me llevó horas. Gran parte de las ventas que vi eran objetos de segunda mano, aunque también hay mercadería nueva, bares donde se puede comer chicharrón de cerdo frito o pescado del lago Titicaca, cedés y deuvedés, neumáticos y repuestos en general, ensaladas de frutas con helado, peluches, ropa de todo tipo... Todo aglomerado en un laberinto de calles que durante el resto de la semana son transitables al tráfico de vehículos.
En la avenida que lleva de la Ceja (la entrada a la ciudad cuando subes desde La Paz) a la 16, vi un local con el cartel de la famosa "Operación Milagro", la misión oftalmológica que opera la cooperación cubana en las zonas pobres de Bolivia. El Alto es una zona extremadamente pobre, pero en la que también se mueve una poderosa economía informal. La 16 es un buen ejemplo.
Hace un par de días el alcalde de El Alto ha presentado su renuncia, después de que una multitud de vecinos le obligara a huir por una ventana cuando trataba de hacer una huelga de hambre en protesta por un recorte presupuestario.
Me han dicho que no suba solo a El Alto. La noche en El Alto es bien jodida. El Alto está lleno de peruanos. Aquí temen a los peruanos como al demonio. Dicen que incluso comen carne de burro.
La carne de burro no es transparente.

viernes, 9 de octubre de 2009

Locoto

Me gustaría hablar de la cocina paceña y proponer un par de recetas deliciosas y sencillas para los amantes de los fogones. Desgraciadamente no sé ninguna receta paceña. Así que diré lo que comí ayer, que era paceño, pero no era autóctono. Déjame que te cuente, paceña.


El Mercado Rodríguez queda en el barrio de San Pedro. Es el mercado al que hay que ir en busca de mejores precios y mayor variedad, aunque el tema del precio varía según la cara que lleves. Si pueden sacarte, te sacan. Sea como sea, yo iba bien acompañado por un comprador experto que me presentó a sus "caseros".

-¡Buenos días, casera!
-¡Buenos días, caserito!
xxxxxxxxxx
"¿Te gusta el picante?" fue la pregunta clave, después de haber comprado tomates, berenjenas, cebollas blancas, perejil, albahaca y dos cabezas de ajo. "Ponele tres, caserita". Después pasamos por la carnicería donde compré dos kilos de bisteles de vaca, fileteados.
Dos verdes y uno rojo. Lo cierto es que probé el verde días atrás, y era picante, pero no muy picante. Ayer me preparé el siguiente plato:
Bistec a la plancha con guarnición de plátano frito y acompañamiento de revuelto de berenjena aliñada con sofrito de cebolla, zanahoria... y locoto rojo.
El locoto es un pimiento en miniatura. Tiene forma de pimiento y es exactamente como un pimiento, pero en miniatura. Sus pipas son de color marrón oscuro. Yo le dí tratamiento de pimiento: le quité las pipas y lo corté en tiras, que luego reduje hasta dejarlo en trocitos bastante pequeños, "para darle sabor". El locoto verde era picante, pero no muy picante.
Comí con delectación y lo cierto es que el mejunje de berenjena estaba muy picante, muy picante, pero delicioso. La carne, de la Carnicería El Chaqueño, tierna y sabrosa, con su ajo y su perejil, asada al punto, una maravilla. Pronto empecé a sudar. Notaba los vapores que subían de no se sabe dónde, yo comía obnubilado, paladeando, agradecido, casi en una duermevela.
Cuando terminé con el plato, bebí de golpe una gran cantidad de agua que apagara el fuego en mi interior. De postre, un yogur.
Ya al levantarme de la mesa noté que el locoto había tenido un efecto en mí, un efecto mágico, telúrico, difícilmente descriptible. Notaba sensaciones extrañas. El fuego en la boca se había apagado pero lo notaba recorrer todo mi organismo. Me senté a leer un rato, antes de marcharme a trabajar. Mientras leía, vientos sulfúricos me salían por las narices, moqueaba agua hirviendo y notaba, incluso, como me ardía el falo al bajar el agua a los riñones.
Anoche, al irme a la cama, supe que el locoto era un vegetal poderosísimo, con el que había que tener cuidado en el futuro.

Consejos, advertencias, admoniciones

Una colección de comentarios de diferentes personas, hechos sin duda con buena intención, que tuvieron como efecto producirme una leve psicosis pasajera:

"Ten mucho cuidado"
"Te van a vigilar, te van a seguir, te van a robar"
"Si se te acercan en la calle debes poner distancia"
"Nunca lleves encima documentos importantes"
"Te van a matar para quitarte el reloj"
"Cuidado con los taxis, te pueden secuestrar"

Y, significativamente, el monotema de los peruanos:

"Los peruanos son unos maliantes"
"Los peruanos si pueden te engañan y te roban"
"Los peruanos son la lacra de latinoamérica"
"Los peruanos comen carne de burro"
"Los peruanos son los responsables de la fabricación de cocaína"
"En navidad esto se llena de peruanos que vienen a robar"

Temores paceños de la pequeña burguesía. La pequeña burguesía vive aterrorizada en todas partes.

No me parece que La Paz sea más peligrosa que Madrid o Barcelona.

miércoles, 7 de octubre de 2009

La Paz, 1942

Un documental del año 43 o 42, hecho por el yanqui, para interés del yanqui. Los comentarios del yanqui son bastante prescindibles. Sobre todo cuando el yanqui habla de la coca. Aún así, para el foráneo, tiene cierto valor explicativo, y las imágenes son una joya.

domingo, 4 de octubre de 2009

¿Avaroa? ¿Abaroa?

Batalla del Topáter, 23 de marzo de 1879:
-Coronel Villagrán: "¡Ríndase!"
-Coronel Eduardo Abaroa: "¿Rendirme yo?... ¡Que se rinda su abuela, carajo!"
Y de pronto desemboco en una plaza con carrusel para niños, y niños y niñas y madres y padres, todos endomingados en la mañana de domingo en que voy a dar a la Plaza Avaroa, buscando un departamento de alquiler que rechazaré una vez lo vea, casi antes de haberlo visto.
Claro color de piel, gafas Ray Ban, unas monedas al indiecito que le de una mano de agua y jabón al Jaguar color vino, y yo pienso: Miami, Miami, Miami. Todos parecen felices aquí, tras las gafas de sol, pero no es esto lo que venía buscando.
La señora de la inmobiliaria me conduce al piso quinto del edificio Topáter, me dice: "Muy seguro, muy seguro. La puerta tiene tres candados" y me introduce en el departamento, un fuerte olor a pintura, "aún no está terminado, pero mañana mismo puede mudarse" y me muestra todos los electrodomésticos nuevos a estrenar, lavadora, secadora, microwaves, cable tv con más de 200 canales, dvd, cd, todo nuevo, marcas punteras, muebles cómodos y una decoración horrible. Tres meses por adelantado y medio mes para la señora que me muestra el piso. No es esto lo que venía buscando. "Desde luego, es un lugar ideal", le digo. "Le diré algo muy pronto", muy pronto, muy pronto. Y salimos del Topáter y vuelvo a dar a la plaza y miro a los niños blanquitos dando vueltas en el tiovivo.
Subo la cuesta de la Avenida 20 de Agosto, giro Aspiazu a la derecha y salgo de Sopocachi, Prado arriba, humo y gentío, hasta llegar a Potosí con Jenaro Sanjinés.
De esto hace ahora tres semanas. Pero parece más.