martes, 4 de mayo de 2010

Cochabamba



Cochabamba es un departamento situado en el centro geográfico de Bolivia, cuya capital, con el mismo nombre, fue durante mucho tiempo, la segunda ciudad del país en número de habitantes, antes de ser relevada por la pujante Santa Cruz. La zona acoge importantes ruinas incas, ya que antes de la conquista constituyó un importante enclave agrícola del extinto imperio.
Hace un par de semanas, Cochabamba fue la sede de la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra (http://cmpcc.org/). Nosotros estuvimos el pasado fin de semana de visita.
La ciudad de Cochabamba, a unos 2000 metros s.n.m., en medio de un valle, disfruta de un clima templado y es famosa en toda Bolivia por su gastronomía. Pudimos comprobarlo en La Casa del Gordo.




Eso fue el viernes. El sábado por la mañana partimos hacia el Chapare, en el trópico, a tres horas de la ciudad por carretera rumbo este, 1500 metros más abajo: destino Villa Tunari. El Chapare es la zona de Bolivia donde mayor producción cocalera se da. Allí tiene su casa el presidente Evo Morales, originalmente dirigente de un sindicato cocalero de la zona. Qué se puede decir del Chapare: es un vergel, de belleza sin par.




Villa Tunari está en medio de numerosos ríos. El clima es húmedo, netamente tropical. Durante la temporada de lluvias, de noviembre a marzo, la zona suele inundarse y algunas poblaciones quedan aisladas.




En el Chapare pude ver, con mis propios ojos, ante mí, el fruto majestuoso del cacao, que tanta fascinación causa en su derivado más común.



Las plataneras crecían silvestres, sin que nadie se ocupara de recoger los plátanos, amarillos, verdes y rosas, como estos de la imagen, de cuyo racimo pende el famoso falo de plátano.




El río Espíritu Santo, con poca agua.




De Villa Tunari salimos en moto-taxi rumbo al parque de La Jungla, a donde fuimos a montarnos en los columpios, como púberes, conducidos entre los árboles y los puentes colgantes por Beto, el guía. Lo que no sabíamos es que los columpios pendían de los árboles a una altura de 18 metros. Uno debía lanzarse de unas plataformas de madera en lo alto, aferrado al columpio, aferrado a la vida, hacia el verde vacío que se abría por delante.




Al día siguiente fuimos a liberar las tensiones en compañía de los monos, en otro parque cercano.



Monito confianzudo.


Y Villa Tunari, desde arriba.


2 comentarios:

  1. Precioso, precioso... Sólo faltan unos chalés y hoteles y construir un parque temático en la selva de columpios de madera en altura (¡deporte olímpico ya!).

    Sigan disfrutando! Abrazos!

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  2. Que maravilla. Disfruten!

    Un abrazo

    J.

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